martes, 7 de junio de 2011

Regreso a casa

Caímos los dos juntos del cielo, la batalla había sido dura, el camino, largo. Me desperté cuando el agua fría caló en mis huesos, por un segundo me quedé paralizado, hasta que mi instinto me llevó a subir a la superficie. Era una tarde de verano, y el crepúsculo cubría el cielo con su manto. De pronto noto que algo sale del agua al lado mío. Era él. Aquí estábamos, después de todo, juntos de nuevo en casa. Nadamos sin sentido, buscando la orilla. Tras un rato la vemos a lo lejos. Había una chica. Si, era ella. Nos esperaba como lo llevaba haciendo todo este tiempo, sentada, con la mirada perdida, mirando al horizonte. Cuando se da cuenta de nuestra presencia se levanta y nos hace señas con la mano. Llegamos a la orilla, y de nuevo, tras meses sin sentirla, esa sensación de ardor en la cara. Sus grandes ojos estaban vidriosos de tanto llorar, pero ella seguía como siempre, tan bella y tan pura. Nos mira fijamente a ambos y nos tiende la mano.
Bienvenidos.

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