miércoles, 23 de marzo de 2011

Caminas solo bajo el amparo de la oscuridad. La salida del tunel tiene que estar cerca, lo sabes. Pero el negro de tus ojos no te permite seguir un rumbo exacto y con sentido. Se trata de una oscuridad extraña, tan densa que podrías afirmar que que palpas su sabor, que su olor te penetra por la nariz y que su temperatura hace que el frio cale tus huesos a la vez que te hace sudar como si estuvieses en el mismísimo infierno. Te abraza con sus oscuros brazos, que se clavan en tu cuerpo como si de espinos se tratasen y te traga hacia el interior mientras tú remas a contracorriente buscando la salida. Saca una cerilla, enciendela y impregna el lugar de luz. Luz que te hará ver por donde andas y donde está la salida. Así, ¿todo parece muy fácil verdad? Igual que a nosotros nos da miedo la puta oscuridad, a ella le aterroriza el resplandor de la luz. Pero, ¿quien saldrá vencedor de esta guerra en la que nuestra arma contra la oscuridad, una cerilla, se consumirá tras unos minutos, mientras la oscuridad crece a medida que sigues el camino?

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