La noche cae sobre nosotros. Sentados a los pies del mar, dejando salpicar las olas sobre nosotros, charlamos sobre lo sucedido recientemente. El mundo es nuestro, ya no hay nada que pueda decir lo contrario, solo somos ella y yo. Agarra mi mano muy fuerte, como si pretendiese dejar su huella ahí para siempre; pierde el tiempo, no sabe que lo que está dejando marcado es mi corazón. La brisa del océano empieza a extenderse sobre el aire y el frio empieza a aparecer.
-Toma mi chaqueta, estás helada.
-No idiota, te congelarás.
-Por mí no has de preocuparte, mi corazón y mi cuerpo entero son ahora mismo una estufa estando al lado tuyo.
-Gracias mi vida.
Mi vida, ¿Qué bien suena eso no? Ser la vida de alguien, es algo precioso, casi mágico, que conlleva una grandísima responsabilidad, ya que suele darse también viceversa. Tengo una vida en mis manos, puedo moldearla a mi antojo, pudiendo hacerle sentirse en el mismísimo paraíso, o mandándola a la mas trágica de las torturas. Claro que ella también tiene mi vida en mano, totalmente abierta a su disposición.
-Estar aquí, junto a ti, me hace sentir extrañamente feliz… -Comenzó a hablarme mientras miraba al horizonte- …Siento como si el pecho me fuese a explotar en cualquier momento, a pesar de todas las cosas que han pasado. No se cual es la razón, pero eres capaz de hacer que me olvide de todo, y obligarme a pensar solo en ti, y saber apreciarte, en cualquier gesto, cualquier mirada o cualquier beso. Es un sentimiento muy intenso, como si algo dentro de mi me empujase a dejarme la vida y a apostarlo todo por estar a tu lado, y cuando lo hago, me siento insatisfecha, quiero darte más, mucho más, de lo que soy capaz de darte. Creo que te amo.
Entonces me besó. Me besó como he querido siempre que lo haga, me pasó la mano por la mejilla dulcemente sin despegar sus labios de los míos. Las lágrimas que empezaron a brotar de mis ojos me sorprendieron a mí mismo. Por fin, tras cientos de noches de reflexión, tras mil ideas de abandonar la partida y tras decenas de sueños en los que aparecía esta imagen, mi mayor deseo se había vuelto realidad; por fin nuestros pesares habían cesado para siempre y nuestros corazones se unirían. Por fin.
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